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martes, 1 de octubre de 2019

ALTA EN EL CIELO - ¨BANDERA DE BALESTEROS¨

 

ALTA EN EL CIELO

(APUNTES SOBRE LA NUEVA BANDERA DE BALLESTEROS)



Me alegró muchísimo saber que, desde ayer, mi pueblo tiene bandera. Pero mi alegría fue mucho más grande cuando la vi en una foto publicada por el Municipio. La bandera es, desde todo punto de vista, muy hermosa; tanto en el diseño como en los colores y (por cierto) en su simbolismo más profundo. Y desde esta sencilla página felicito y abrazo a su creador, Cristian Bordón (“Quitano”, te pasaste!)

LA ENSEÑA QUE “QUITANO” NOS LEGÓ

En cierto modo, la bandera de Ballesteros es “casi” una bandera argentina. Sólo que la franja inferior, en vez de celeste es verde clara. Acaso recordando que fue en Ballesteros donde se sembró por primera alfalfa en el país. Y ese verde claro, compuesto por los colores azul, blanco y amarillo, está en fabulosa sintonía con las otras dos franjas. En cuanto al símbolo central (el arco del pueblo bordado en dorado bajo un sol, como un ojo que despierta) dialoga directamente con el escudo creado por Sara Savio en 1980, pero también con la bandera argentina (por el Sol de Mayo”) y la bandera de Córdoba (entre el sol y el arco de Ballesteros se recorta la silueta medieval del arco de Córdoba).

Sin embargo y más allá de estos detalles, lo más hermoso de la bandera es su impacto visual inmediato. Hay algo de civilizado y de salvaje en su factura final. Acaso porque me recuerda a la bandera de Hungría, con idénticas franjas inferiores verde y blanca que conocí en el mundial ´78 juntando tapitas. Hungría me hipnotizaba por el apellido de sus jugadores y por los gitanos, a los que también les decían “húngaros”. Y luego por sus leyendas de monstruos y vampiros (la condesa Bathory, descendiente de Drácula, y Matías Corvino, primo del conde), como sus fascinantes puentes dividiendo Buda de Pest como si dividieran oriente de occidente.

Pero también pensé en la bandera de otro reino casi salvaje, Tayikistán, que con frajas verdes y blancas también, tiene una corona bordada en dorado como la bandera de Cristian, y es un país limítrofe y desconocido entre el sur de la ex Unión Soviética, Afganistán y la China.

ÚLTIMO PUEBLO QUE HABLA “CORDOBÉS”

Y creo que Ballesteros comparte algo de esos pueblos y esas banderas también. La extraña característica de ser un pueblo de límites geográficos. Y es que sus vías demarcaron, en 1866, el norte y el sur de aquella “Esquina de los Ballesteros” por donde pasaba el río y el Camino Real. Y además fue mojón exacto entre “civilización y barbarie”; el punto exacto hasta donde llegaba el malón y dónde se empezaba a estar “a salvo”. Al menos para sembrar alfalfa.

Pero Ballesteros es, también, un pueblo de límites lingüísticos y culturales. Y podría decirse a ciencia cierta que “es el último pueblo del Este provincial” en donde se habla “cordobés puro”. Porque en Bell Ville la cosa cambia ostentosamente y en San Marcos y Leones ya se vuelve “dialecto rosarino”.

Ese “cordobés puro” que se habla en mi pueblo es, sin dudas, el dialecto más “salvaje” de toda la provincia. El más parecido al idioma de la capital pero con maravillosos giros gauchescos. Digamos que el “dialecto ballesterense” es a los pueblos cordobeses lo que el “dialecto uruguayo” es a los pueblos del Plata; una fabulosa y ancestral música oriental. Y lo más hermoso es que ese registro de habla, de momento no ha sido domesticado. De hecho, a nadie se le ocurriría hacer un programa de radio o de televisión en “ballesterense hard-core”. Sí, en cambio, buscarían locutores de Noetinger o Marcos Juárez, tonadas sin ninguna personalidad. E incluso los locutores del pueblo debieron aprender a hablar en “neutro” por el micrófono (el “Negro” Heredia, el “Cocho” Latino, el “Cefe” Santopolo o Emilce Sales son maravillosos ejemplos). Pero no pasa así cuando ellos o cualquier ballesterense habla al pie de calle. Allí, sabiéndolo o sin saber, cada ballesterense es un gran músico de la lengua; utilizando miles de giros e inflexiones de una riqueza inagotable y desconocida. Por eso es que me pareció un acierto tremendo ese espíritu “del Este” en la bandera del pueblo. ¿No somos acaso los “orientales” de la provincia? ¿No tenemos el mismo sol de uruguay en la bandera? ¿No somos la capital espiritual y oculta del Sudeste más profundo?

EL COLOR DEL POZANJÓN (PROMESAS DEL SUDESTE)

Cuando me enteré del concurso de la bandera, también yo hice unos esbozos que no llegaron a nada. Esto fue hace un par de años. Como Cristian, también imaginé (entre otros diseños) una suerte de bandera argentina. Sólo que entre el verde y el celeste, yo hubiera puesto un marrón-plateado: el color del Pozanjón al caer la tarde. Pero luego pensé que esa franja sería una falacia, puesto que el Pozanjón no puede reducirse a un color; acaso porque los tiene a todos y a la vez no es de ninguno.

El Pozanjón tiene algo de la ancestral terracota del pantano sobre el cual se asienta, pero también algo del siena jabonoso de los canales que desaguan, algo de la rojiza arcilla del óxido que traen las lluvias del verano y un extraño azul ultramar marítimo en su delicado lomo de otoño. Y sobre todo, el negro lodo removido por las vacas y caballos de los Rivera pastando en sus orillas desde hace un siglo, como el oscuro torbellino blanco que rezuma de sus napas más profundas, esas donde hierve el arsénico y (dicen los ballesterenses) tiran manotazos los tentáculos del océano. Y como los brazos de un pulpo cavaron un “ojo de mar” para mirar el cielo desde ese punto del mundo.

Y en ese sentido, Ballesteros es, también, un monstruo que vino del Este, como el océano. Ese monstruo que en el pueblo no tiene forma ni color pero se vuelve pupila enloquecida en las aguas de su laguna. Pupila que no tiene forma pero que acaso fue dibujada por primera vez por Cristian. Lánguidas pestañas como un Sol de Mayo, pupilas de arco apuntado bajo un sol naciente y mirada de cíclope esotérico. Ese que promete un amanecer de luz y cultura como el antiquísimo sol de los jesuitas.

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