Un siglo y medio a orillas del Pozanjón
Fundado en octubre de 1866 con su estacón de ferrocarril, Ballesteros acaba de cumplir 150 años. Hermano menor de “Ballesteros Sud” por donde pasaba el río y el Camino Real, el pueblo estuvo signado por el tren y el halo misterioso de su laguna.
Escribe: Iván Wielikosielek
Los pueblos de la llanura suelen dividirse en dos; los que vieron la luz a la vera del Camino Real y los nacidos al costado de de las vías. Los primeros son los más antiguos, con tradición criolla o india. Los segundos son “modernos y progresistas”. Sin embargo, ninguna de estas dos categorías se ajusta exactamente a Ballesteros. Y es que, si bien el pueblo surgió por la estaciónde trenesa una legua de “La esquina de Balesteros” (actual Ballesteros Sud) en sus dominios “ya había gente”, al decir de los vecinos ¿La razón? Su misteriosa laguna. Aquel pequeño oasis llamado “El Pozanjón”, debió ser un remanso alucinante en medio de la pampa para los ranqueles; un fabuloso estanque donde abrevar sus caballos, conseguir pesca y dormir a sus orillas. Acaso también haya sido un punto de encuentro de distintas tribus antes de la llegada del hombre blanco. Y por eso es que los ingenieros ingleses decidieron tomar el lago como referencia; y a escasos 200 metros levantaron la estación. Pero lo que no conocían los ingleses eran las rarísimas propiedades de la laguna; es decir, sus maravillosas e inexplicables crecidas. Por eso intentaron taparla al poco tiempo con vagonadas de piedra sin conseguirlo; el lecho barroso absorbió la descarga hasta hacer desaparecer todo vestigio de cascote. Poco tiempo después, escucharon la leyenda del “ojo de mar”. Los antiguos pobladores decían que la laguna era un espejo de agua conectado directamente con el océano. Sólo así se explicaba la salitre de su fondo, su caudal que nunca se seca.
En 1880, el fotógrafo inglés radicado en Córdoba Jorge Briscoe Pilcher, tomó la primera instantánea del pueblo. Allí se ve la incipiente estación, el tanque cuadrado del agua y los obreros construyendo las vías. Y a la izquierda del tanque blanco, la cinta plateada del Pozanjón, como un espejo donde se refleja alguna forma de eternidad.
De las fotos en sepia a los tiempos de globalización
Ballesteros fue el primer pueblo del país en donde se sembró alfalfa. Fue a fines del siglo XIX. Y a principios del XX, atraídos por las virtudes de sus tierras, llegaron los primeros inmigrantes. Italianos y españoles. Árabes y judíos. Rusos y polacos. Los primeros trabajaron en el campo, los segundos pusieron tiendas y los terceros trabajaron rudamente en el riel. En los años ´30 y bajo la intendencia del doctor Juan Bautista Lafourcade, el pueblo experimentó su primer salto de calidad: con sus canteros con estatuas y sus palmeras en los bulevares, con las veredas emparejadas y la bomba del regador, con la piedra fundamental de la nueva iglesia y el Pozanjón reluciente como un lago suizo, Ballesteros se parecía a una pequeña sucursal de Europa. Pero tras el golpe del ´55 llegó la pobreza a un pueblo que nunca se caracterizó por tener vecinos ricos ni hacendados, donde toda la industria eran sus fábricas de cadenas y los mayores empleadores el ferrocarril y el municipio. El desempleo y el éxodo duraron hasta fines de los ´90, pero la sojización del tercer milenio trajo prosperidad y trabajadores rurales de otras provincias. Incluso una pequeña comunidad de bolivianos que se radicó a cortar ladrillos. La globalización había llegado al pueblo. Sin embargo, la mejoría económica de algunos fue directamente proporcional a la pobreza de muchos; una ecuación que se ha mantenido en el país a lo largo de los últimos 60 años.
Hoy, el pueblo del poeta José “Pepe” Cacciavilani y del folclorista Mario Nicosía, el pueblo del cantor Rubén Juárez y del piloto Oscar Cabalén, el pueblo del cirujano Oscar “Cachi” Bauk y del futbolista Javier “Perro” Arbarello goza de buena salud. Se ha extendido hacia todos los puntos cardinales y pide (acaso en pocas décadas) convertirse en ciudad. Mientras tanto al sur, a sólo 200 metros de la estación, la vieja laguna sigue intacta; con su espejo de agua marrón o plateada según el tiempo de lluvias, espejando los cielos que pasan y a su vez parecen eternos.
Iván Wielikosielek
¿De qué manera podría conectarme con Iván Wielikosielek? Mi interés es por descender de los Alonso, viejos pobladores de Ballesteros. Mi correo es Pkuhn.6@gmail.com
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